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La dehesa es, sin duda, uno de los paisajes más emblemáticos y singulares de Extremadura. Más allá de su valor económico y cultural, este ecosistema es un auténtico refugio de biodiversidad y juega un papel fundamental en la conservación del medio ambiente. Comprender la importancia de la dehesa es esencial para valorar el equilibrio entre actividad humana y naturaleza, y para apostar por modelos de desarrollo verdaderamente sostenibles.

¿Qué es la dehesa? Un ecosistema único

La dehesa es un sistema agroforestal tradicional, caracterizado por extensas superficies de terreno donde predominan los árboles de hoja perenne, especialmente encinas y alcornoques, acompañados de pastizales, matorrales y cultivos. Se trata de un paisaje creado y mantenido durante siglos por la mano del hombre, adaptando el monte mediterráneo a las necesidades agrícolas y ganaderas, pero siempre respetando el equilibrio ecológico.

La dehesa no es un bosque cerrado ni un simple pastizal. Es el resultado de una gestión inteligente y sostenible, donde el uso múltiple de los recursos (pastoreo, obtención de corcho, leña, bellota, caza, apicultura, etc.) garantiza la conservación del entorno y el mantenimiento de la biodiversidad.

La riqueza biológica de la dehesa es extraordinaria. Este ecosistema acoge una gran variedad de especies vegetales y animales, muchas de ellas protegidas o en peligro de extinción. Entre las especies más emblemáticas que encuentran refugio en las dehesas extremeñas destacan el lince ibérico, el águila imperial, el buitre negro o el milano real. La coexistencia de áreas arboladas, pastizales y matorrales permite que convivan aves, mamíferos, reptiles, insectos y una flora muy diversa.

Además, la dehesa actúa como corredor ecológico, facilitando la conexión entre diferentes espacios naturales y contribuyendo así a la continuidad de los procesos ecológicos.

Beneficios ambientales de la dehesa

La dehesa ofrece múltiples servicios ecosistémicos esenciales para el equilibrio ambiental:

1. Protección del suelo y lucha contra la erosión

Las raíces de encinas y alcornoques fijan el suelo y evitan la erosión, especialmente en zonas de pendiente. El manto vegetal amortigua el impacto de las lluvias y reduce el riesgo de arrastre de tierras, algo vital en un clima como el mediterráneo.

2. Regulación del ciclo del agua

La vegetación de la dehesa favorece la infiltración del agua en el suelo, recargando los acuíferos y regulando el flujo de arroyos y ríos. De esta manera, contribuye a mantener los recursos hídricos y a prevenir inundaciones y sequías.

3. Captura de carbono y mitigación del cambio climático

Los árboles de la dehesa capturan dióxido de carbono (CO₂) de la atmósfera, ayudando a frenar el avance del cambio climático. La gestión sostenible de estos montes permite almacenar grandes cantidades de carbono durante décadas, contribuyendo al equilibrio global.

4. Conservación de la biodiversidad

La dehesa es uno de los hábitats más ricos de Europa occidental en cuanto a especies vegetales y animales. Esta riqueza biológica la convierte en un verdadero “hotspot” de biodiversidad y un ejemplo de convivencia entre producción y conservación.

5. Prevención de incendios forestales

El aprovechamiento ganadero y la recogida de leña contribuyen a mantener limpio el sotobosque, reduciendo así la acumulación de material combustible y, por tanto, el riesgo de incendios.

Un modelo de sostenibilidad arraigado en la tradición

Lo más interesante de la dehesa es que su sostenibilidad no es una moda reciente, sino el resultado de siglos de experiencia, conocimiento y adaptación al medio. Los usos tradicionales, como la montanera (aprovechamiento de la bellota por el cerdo ibérico), la explotación del corcho o el pastoreo extensivo, son ejemplos de economía circular, donde casi nada se desperdicia y los ciclos naturales se respetan.

Además, la dehesa genera empleo y riqueza en las zonas rurales, favoreciendo el asentamiento de la población y evitando el abandono del campo, uno de los grandes problemas actuales en muchas regiones.

A pesar de su importancia, la dehesa enfrenta hoy amenazas como el cambio climático, las enfermedades de los árboles (como la seca de la encina), la sobreexplotación, el abandono rural y la presión para transformar el uso del suelo.

Para garantizar su futuro, es esencial apostar por políticas de apoyo a la gestión sostenible, la investigación, la innovación tecnológica y la valorización de los productos de la dehesa en los mercados.

La dehesa no es solo un paisaje hermoso y productivo; es un modelo de convivencia entre el ser humano y la naturaleza, donde ambos se benefician y se respetan. Su papel en la conservación del medio ambiente es indiscutible, y su preservación debe ser una prioridad para toda la sociedad.

Cuidar la dehesa es cuidar de nuestro futuro común: un futuro más verde, más sostenible y más justo para las próximas generaciones.